Siguiendo el cauce del río Valira, el camino se llena de grandallas, pinos y abetos y el aire huele a madera, tomillo, romero y espliego. Alrededor, sólo los picos de las montañas nevadas del pirineo andorrano. Y el silencio.
Allí, la naturaleza no sólo se contempla. Se vive.
Es allí, escribía Unamuno, en el corazón de la montaña, donde “… El cuerpo se limpia y restaura con el aire sutil de las alturas, y el alma se limpia y restaura con el silencio de las cumbres…”.
Allí, en el corazón del Pirineo andorrano, Pic Negre, Pic Blanc, Pic Cubil… dan nombre a montañas con vida propia, con laderas jalonadas por iglesias románicas y casas pairales talladas sobre la piedra y la roca. Una tierra desde la que nace una fuerte tradición gastronómica y cultural protegida durante generaciones.